El mes de mayo, dedicado a María, y el tiempo de Pascua nos llevan hasta Pentecostés. Os ofrecemos este texto del venerable José Rivera para contemplar, a través de la Virgen María, al Espiritu Santo que viene.
“¿Cómo vamos sabiendo que el Espíritu Santo actúa en nosotros, cómo vamos conociéndole a él? Al hablar de la Virgen, recordaba que nos es más difícil darnos cuenta de que el Espíritu Santo es una persona porque no tiene imagen personal; decimos Padre y la palabra padre nos suscita algo personal, todos hemos tenido padres y si alguno nació póstumo o no ha conocido a su padre, por lo menos, habrá conocido a los padres de sus amigos, la palabra padre nos suena personal; Jesucristo por supuesto: le vemos un hombre, los hombres ya son personas; tenemos que darnos cuenta de que es una persona divina, pero es una persona. Pero las imágenes que da la sagrada Escritura del Espíritu Santo no son personales: el aliento, el viento, el agua, el fuego, la paloma… no son personas ninguno; por eso, para darnos cuenta cómo es persona el Espíritu Santo, por una manifestación, un signo, tenemos que ver lo que hace. Tenemos que ver lo que hace, en primer lugar, en Jesucristo y, en segundo lugar, en la Virgen.
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Tenemos también la figura de la Virgen, que ya es una persona humana en la cual el Espíritu Santo actúa; actúa, por supuesto, creando esta persona, pero, además, moviéndola. Ella al principio no sabía nada del Espíritu Santo, por lo menos no nos consta. Con la virgen María hay que tener un poco de cuidado: por una parte, para contemplar la figura y para ver lo que dice el evangelio, lo que dice la Iglesia y, por otra parte, porque hay una cantidad de literatura bastante idiota sobre la Virgen. A mí los librotes de la Virgen me suelen poner un poquito nervioso, porque de la realidad maternal la gente no suele atreverse a ponerse a decir tonterías a costa de su madre terrena porque es sólo suya, pero como la Virgen es de todos, ahí se sueltan las lenguas, y a mí me pone nervioso: hay una cantidad de literatura bastante idiota sobre la Virgen…
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La literatura religiosa siempre es bastante fracasada por la desproporción; igual que en el arte religioso: veo la desproporción y me molesta mucho, no me suele dar ninguna devoción; es lo que les pasa a la mayor parte de los himnos del breviario castellano actual. Digo que hay que tener cuidado porque, además la gente le suele soltar a la Virgen, sin más ni más, lo que le parece que le pasa a ella; he puesto siempre este ejemplo: he oído muchas veces y he visto, en libros de meditaciones sobre la Virgen: cuando van a Egipto, la virgen iría recogidísima… y digo ¿para qué iría recogidísima, si no hace falta que se recoja, si no tenía tentaciones de disipación, para qué tenía que tener los ojos recogidos… Iría contemplando el paisaje…
Lo de la Virgen hay que estudiarlo con cuidado porque aparece muy discretamente en el Evangelio. Ahora bien, lo que sí que importa, pues, es esto: darnos cuenta de una relación con el Espíritu Santo en la anunciación (“porque el Espíritu Santo vendrá sobe ti”) –ahí no nos salimos de lo que dice la palabra de Dios– y, después, en la cruz (son dos momentos evidentemente claves)… Todavía, en Caná, si Jesús hace la obra movido por el Espíritu Santo, habrá que pensar que el Espíritu Santo es el que mueve todo aquel acontecimiento, por tanto podemos concluir que la intervención de la Virgen en Caná está movida también por el Espíritu Santo. Y luego, en la cruz, la mayor parte de los exegetas, unos respecto de las dos frases y otros respecto de una sola, dicen que, cuando san Juan expresa que, inclinando la cabeza, entregó el espíritu, quiere decir que entrega su alma al Padre y entrega el Espíritu Santo a las personas que andan por ahí, que son san Juan y la Virgen y, como cada uno recibe el Espíritu Santo según la disposición que tiene, la que más lo recibe es la Virgen, después san Juan y María Magdalena y los que estuvieran por allí con buenas disposiciones… Y después, cuando dice que de su costado salió sangre y agua, muchos exegetas interpretan también el agua –porque en san Juan el agua la mayor parte de las veces significa el Espíritu Santo– como la donación del Espíritu Santo. Y luego, por supuesto, la Virgen está presente, y para algo lo expresa y recalca –no hacía falta que lo dijera– san Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, cuando viene el Espíritu Santo; están con la Virgen. Esto sí es cierto: en los tres momentos claves, el de la concepción, el de la cruz y el de la venida del Espíritu Santo, está presente la Virgen y está actuando, por tanto, en ella [el Espíritu Santo] de la manera que le corresponde para que pueda actuar maternalmente respecto de nosotros.
Esto es importante porque, cada vez que contempléis a la Virgen, os podéis dar cuenta: “esto sí es cierto, es cierta la asunción, es cierta la inmaculada concepción, es cierta la maternidad… pues aquí es donde se manifiesta el Espíritu Santo”. Contemplando lo que hace en Cristo y contemplando lo que hace en la Virgen María, como ahí no hay posibilidad de que se falle, contemplamos lo que hace el Espíritu Santo y lo que quiere hacer con nosotros. Por eso, por ejemplo, hablé de la maternidad de la Iglesia y de cómo tenemos que tener esta actitud… ¿De dónde viene esto? Del Espíritu Santo, del Espíritu Santo personalmente recibido, con la colaboración de Cristo hombre, como mediador universal y de la Virgen María como colaboradora de Cristo.”
José Rivera Ramírez, “La urgencia de ser santos”.